Siempre he
pensado que la vida es como un vaso que te contiene, si la vida se mueve, debes
moverte con ella, de lo contrario quedas todo golpeado dentro de ella.
Y sí que me
golpeó la vida, según mis dolores?, muy
fuerte, según como veo la vida de los demás, igual que a cualquier otro, solo
que me dejo muchas veces sin alternativas y con el espíritu quebrantado, con
ataques de pánico, sentimientos de abandono y una soledad absoluta.
Fue
entonces cuando creí que no podría más, que estaba a la derriba, como animalito
abandonado a su suerte, fue entonces cuando aparecieron esos ángeles con carne
humana, quienes regularon mi termóstato del dolor con palabras bellas, con
emociones, renovando mi fe en la existencia.
Cuando
menos pensé, siempre apareció una voz de consuelo y pan sobre mi mesa.
Pero no
siempre he podido moverme, demasiadas veces mi vaso fue demasiado estrecho, con
poco aire, donde estuve cientos de veces, a punto de asfixiarme.
Y otra vez
llegaron los ángeles de carne y hueso, gente que sin razón alguna extendió su
mano, y pude seguir el camino.
Gracias a
esas personas buenas y lindas que la vida cruzo en mi camino, que cada día
hacen mi vida mucho más llevadera.
Mil bendiciones, a esos ángeles humanos, que
sean tan bendecidos como he sido yo, con su presencia.
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